jueves, 4 de septiembre de 2008

Últimos días





La pena podía más que el cansancio. No queríamos irnos, pero nuestro viaje llegaba a su fin. A penas restaban tres días (uno de ellos lo deberíamos pasarlo de nuevo en Windhoek para el viaje de vuelta) y después de Etosha, no creíamos que pudiésemos encontrar algo tan espectacular. Error. Después de descansar en el encantador Etosha Aoba Lodge, unas cabañitas perdidas en las profundidades de un bosque a las afueras del Parque Nacional, nos dirigimos a Waterberg, una espectacular montaña en medio de la nada. Algo así como si la la propia naturaleza hubiese querido erigir su propio arco del triunfo, ensalzando Namibia con una inmensa meseta desde donde las vistas calan en tus pupilas para siempre.

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